Nada es mas complaciente, como fanático del rock, que tu banda favorita saque tres álbumes seguidos y cada uno sea mejor que el anterior. En este caso, solo había escuchado el 90% del último álbum de Foo Fighters y ya había decidido empezar este artículo, porque realmente considero que refleja un proceso de evolución extraordinario como banda y una maduración como artistas que, sin duda, se traduce en consolidación (como si fuera necesario) y trascendencia. “Concrete and gold” es el nombre de este valioso trabajo que se lanzó el 15 de setiembre del 2017 y según el líder de la banda se nutre de su perspectiva del futuro de los Estados Unidos en la candente atmósfera electoral y su crítica desesperada a la actual presidencia de Trump.
No solamente es un disco que mantiene la línea de la banda y tiene una coherencia innegable con toda su discografía, ni tampoco es sólo un disco trepidante que genera una gran cantidad de energía con sus temas “in crescendo”, es pues, además de todo eso, una super producción con un gran nivel de elaboración y con una proyección sonora que imprime un estilo inconfundible y que consigue una fusión perfecta entre distorsión y armonía; oír estos temas tan estridentes y potentes no restan melodía ni ritmo a las canciones, por el contrario, se genera una sinergia musical que resulta en temas que parecen hasta futuristas y otros que disuelven riffs de metal con armonías un poco más delicadas, atomizando canciones difusas, coloridas y minuciosas, que usan un contraste en los acentos que imprime complejidad a las canciones.
El primer tema “T-Shirt” es uno breve, que más parece una introducción al primer tema fuerte que es “Run”. Luego viene “Make it right” una canción de las inovadoras en el repertorio, potente y con muchas reminiscencias al disco del 2010 de los Stone Temprle Pilots, específicamente a la canción “First kiss on Mars”. Por supuesto, ya había escuchado “The Sky is a neighborhood”, que fue su segundo single y que tiene un interesante video conceptual en el que los músicos parecen estar iluminados tocando sobre el techo de una casa. Pero esos primeros temas parecían confabular en la formación de algo nuevo, como una nebulosa conformándose por la gravedad en el espacio. Justamente después de este tema, el disco fue teniendo una trepidante, emocionante y original sensación de satisfacción, los estímulos son mucho más constantes.
Me refiero a temas como “Dirty Water” o “Arrows”, que conmemoran estilos musicales de Foo Fighters en sus primeros discos, y que me recuerdan a temas como “Big Me” y “Learn to Fly”, sólo que con un giro final mucho más potente y más desarrollado. Grohl trabajó en este álbum con Greg Kurstin un productor de música pop, que ha grabado con estrellas de la industria musical como Adele, Sia, Pink y hasta Beck, y se nota su influencia. Si bien es la primera vez que Kurstin trabaja en un disco de hard rock, su toque le aporta psicodelia y complejidad al estilo duro de Foo Fighters.
De hecho, para cuando se llega a la canción “La Dee Da” y en adelante, el disco, por momentos, pasea por territorio nuevo, como un segundo acto que parece musicalizar ciencia ficción. Los sonidos de las distorsiones son más intensos que nunca y sin embargo parecen estar atomizados en la melodía de un modo muy elegante y contemporáneo. Las canciones adquieren matices tecno futuristas y extraños, pero nunca más pop. Hay atisbos de congruencia con algunas canciones de Jack White, por ejemplo, pero aún así innovadores y refrescantes. También se sienten influencias de “The Beatles” e incluso de “Pink Floyd” en la homónima al disco “Concrete and gold”. Esto es una superproducción, pero es honesta, circunstancial, es el paso lógico de un artista que siempre está pensando en incrementar el nivel de complejidad de su obra.
Días después de haber oído el disco unas tres veces, encontré una inusual entrevista que le hace Lars Ulrich a Dave Grohl (https://youtu.be/IbL3gCIxZGA), un sueño de conversación para un rockero de mi edad que adora a Metallica y adora a Foo Fighters también. Aunque debo confesar que ser fanático de Foo Fighters es bastante más gratificante, o al menos, no es tan dramático ni desconcertante como ser fan de Metallica. Tómenlo como quieran. El punto es que en dicha entrevista muchas de las ideas que percibí en el disco me fueron confirmadas y reveladas en esta plática musical tan peculiar. Para empezar el disco incluye colaboraciones de Justin Timberlake, de Shawn Stockman: uno de los Boyz 2Men, y hasta de Paul McCartney que toca batería en el tema “Sunday Rain”. Lo único que consigue de ello Grohl con estas inusuales participaciones es un disco más elaborado, más potente, más melódico y supremamente producido, agregándole una dimensión más elevada a su discografía; este es definitivamente el disco más elaborado y producido de la banda, y el sonido más actual del rock: Es técnico, tóxico, bailable y marcador de tendencias. [by the Way: La cara de Lars mirando a Grohl declarar con emoción que trabajó con el productor de Adele no tiene precio].
La persona de Grohl es por supuesto, el motor de toda esta fuerza creativa y está acompañado por los músicos que siempre ha conocido y respetado, y ha quienes ha obligado a evolucionar a su ritmo. Su energía y carisma son inspiradores y contagian, al punto que su apertura recuerda la esencia del espíritu de Dimebag Darrel con el enfoque de trabajo de un técnico como Roger Waters, una apertura sublime y un talento providencial. Aún así, Grohl no tiene comparación ni desmerece a nadie, se ha hecho su propio espacio con mérito propio hace rato. Es genial que los singles sean “We run” y “The Sky is a neighborhood”, porque te das cuenta que eran señuelos potentes de gran calidad frente a los platos fuertes del disco como “Make it right”, "Dirty water", “Sunday Rain” o “Concrete and gold” temas en los que se impregna de más influencia de Kurstin, productor que el mismo Grohl admiraba y escogió eventualmente como el idóneo para este proyecto. El propio Dave Grohl define el disco como el lugar donde colisionan el extremismo del Hard Rock y la sensibilidad del Pop, comparándolo conceptualmente a lo que sería una versión del “Sgt. Pepper” por Motorhead. Taylor Hawkins, el baterista, que dicho sea de paso canta en “Sunday Rain”, lo describe como el sonido más raro y psicodélico en uno de sus discos hasta la fecha.
Definitivamente grato saborear un disco como este, después de todo lo que han hecho por el rock y por la música, la banda ofrece su trabajo más serio y profesional, y entendemos que están en su pico evolutivo (?). No dudemos que el resultado es un disco de rock tan auténtico como los primeros de la banda, pero tan evolucionado como debería para consolidar su categoría. Simplemente los mejores.
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